lunes, noviembre 19, 2012

Música portuguesa

Luminosa y amorosa




el vídeo, tan o más bonito que la canción, muestra una Feria en Viana do Castelo, en Minho, una región del norte de Portugal.  Las muchachas están vestidas a la manera tradicional, de "minhotas", que ha pasado a ser uno de los trajes lusos más característicos. Las que van vestidas de negro son "noivas", y es ése, con ese color y estilo, el vestido con que se casaban. El color, según dicen, habla del pacto sagrado del matrimonio: hasta que la muerte los separe, pues será con este traje que las vistan, ya cadáver,  el día de su funeral.

Irene era de Viana do Castelo. Apenas hablaba conmigo, apenas hablaba con nadie. Su ropa, sus cosas, su cuarto, decían muy poco de ella. No tenía prácticamente nada que me dejara saber quién era. Supongo que ella tampoco lo sabía.

Tenía un hermano gemelo y tenía un novio, que iba muy de vez en cuando a la casa. Su presencia en casa era muchas veces como el de un ratón: un ruido huidizo y asustado. Nunca estaba segura de si estaba o no, pues ella prefería evitarme. No entraba a la cocina mientras yo estuviera, ni a la sala, ni al balcón. Recuerdo, eso sí, que tenía una voz muy bonita, ronca y baja, un único rasgo con terciopelo. Recuerdo también que tenía, como yo, muy poco dinero. Que vivíamos con lo mínimo y que pasábamos apagando las luces y el calefactor, aunque nos congeláramos.

 En el fondo, las dos estábamos asustadas. Ella, por juventud  y algo más, pero nunca me dijo nada, y yo, por lejanía y soledad. También yo era un ratoncito, encerrada en mi cuarto, tratando de darme un orden cuando todo mi mundo había cambiado; debajo de las cobijas, sacando y guardando mis cosas una y otra vez durante las noches. Reorganizando mis pertenencias, que luego del viaje se habían limitado al peso permitido en el avión: 32 kilos. Mi vida en 32 kilos.

Irene nunca me invitó a una Feria en Minho. Realmente, nunca me invitó a nada. Y yo tampoco. Compartíamos la casa como si viviéramos solas. Ella se iba todos los jueves muy temprano a Viana y volvía los lunes, por lo que apenas estaba tres noches en casa.

Me habría gustado poder conversar más con Irene, pero luego de cinco monosílabos me sentía agotada.

Irene llevó a la casa una hornilla de gas y un televisor. Nada de pañuelos rojos floreados ni zarcillos dorados. Sé que no se casará con un vestido tradicional, pero creo que se casará (si no se casó ya) con ese novio, su novio del pueblo, su minhoto. No sé - pero puede ser - que sea hasta que la muerte los separe. Él creería que es para siempre suya y ella sabría que no sería nunca de nadie. Adentro, muy adentro de sí misma se encontraba, lejos de cualquiera que la quisiera tocar.

Esto es lo que sé y lo que supongo de Irene, pero no es todo lo que tengo por decir.