jueves, enero 29, 2009

la Academia


Un grupo de personas con una cinta naranja alrededor del cuello, de donde cuelgan credenciales de quién sabe qué universidad gringa, me recordaron por qué estoy aquí sufriendo por inventarle algo nuevo al tutor de mi tésis. Sí, hay detrás de un proyecto así una fantasía académica que se despierta una y otra vez, pues con el mismo entusiasmo con que abre los ojos, los vuelve a cerrar apagando el despertador al suplicarle diez, quince, veinte minutos más.


Estoy aquí estudiando dentro de universidades y no en Bolivia, aprendiendo a tejer con un grupo de mujeres tejedoras, junto a Elvira y su trenzado milenario, porque una fantasía me llamó primero; me sedujo con clases magistrales, bibliotecas enormes, horas de lectura y cuadernos rellenos. Lo había casi olvidado hasta que sentí, pensé, soñé por un segundo "y si hablo con esos para ver qué ofrecen, qué hay en esas bibliotecas, de qué se trata esta reunión de 30 universidades del mundo, qué saben esos académicos que yo no sé?".

Pero al segundo me frené y al mismo tiempo me sentí aliviada, pues me recordó por qué en vez de estar haciendo esto y lo otro, no estoy aprendiendo a coser, a tomar fotos o simplemente, trabajando en Proverb y paseando por las tardes mientras leo un libro. O, más sinceramente, por qué en vez de torturarme con cosas por hacer- cosas pendientes, pendientes, que penden, que me llevan con patines al borde de una pendiente- no estoy concentrada escribiendo por fin un tomo que pueda llamarse libro, un libro que pueda decirse completo y no anotaciones fluctuantes e inconexas.


Y he ahí la palabra que conecta todo: concentrada. Añoro la academia en momentos como el de las cintas naranja, o al graduarme de la ucv y pensar en un postgrado frío y lejano, porque me seduce el pensar que voy a lograr concentrarme. Lo que nace de la concentración, el señalar con todas las neuronas un mismo punto, decantarse, dejar de remover en el agua de las mariqueras y sentarse a hacer una sola cosa. Y a veces, esas fotos de chicos no tan guapos que parezcan modelos, no tan feos que no provoque acompañarlos en sus investigaciones, nos hacen creer que dentro de la academia encontraremos el embudo para que nuestras ideas se ordenen y con silencio y espacio, lleguen a decir algo.


Bueno, dentro de todo es bueno saberlo. Aquí estoy removiendo estas agüitas de mi blog pues no me concentro con mi tesis, pero al menos, recordé qué era lo que me atraía de las universidades y esas cosas. Ya lo terminaré y saldré de estas, completando algo. Luego vendran otras cosas, supongo. Espero no tener nuevas tentaciones academicas por un buen rato, eso sí. Y espero también, que me seduzca por completo la concentración y me haga una yogui de una sola lengua.