lunes, agosto 18, 2008

Más de Herberto Helder

Este poema me paralizó. Había tenido este tipo de imágenes dándome vueltas en la cabeza desde hace unos días: la palabra, la mujer, la casa. Y aquí está todo. Hasta el gato que desde siempre he querido tener.

(Una vez tuve una gata, aunque ella no me tenía a mí, como es natural. No, me he enredado, más bien es al revés; una gata madre tuvo en su vida a una niña que pensaba que tenía una gata, pero los gatos no son de nadie.)


primero en portugués, más abajo en otro color en español.
IV (parte de As Musas Cegas)

Mulher, casa e gato.
Uma pedra na cabeça da mulher; e na cabeça
da casa, uma luz violenta.
Anda um peixe comprido pela cabeça do gato.
A mulher senta-se no tempo e a minha melancolia
pensa-a, enquanto
o gato imagina a elevada casa.
Eternamente a mulher da mão passa a mão
pelo gato abstracto,
e a casa e o homem que eu vou ser
são minuto a minuto mais concretos.

A pedra cai na cabeça do gato e o peixe
gira e pára no sorriso
da mulher da luz. Dentro da casa,
o movimento obscuro destas coisas que não encontram
palavras.
Eu próprio caio na mulher, o gato
adormece na palavra, e a mulher toma
a palavra do gato no regaço.
Eu olho, e a mulher é a palavra.

Palavra abstracta que arrefeceu no gato
e agora aquece na carne
concreta da mulher.
A luz ilumina a pedra que está
na cabeça da casa, e o peixe corre cheio
de originalidade por dentro da palavra.
Se toco a mulher toco o gato, e é apaixonante.
Se toco (e é apaixonante)
a mulher, toco a pedra. Toco o gato e a pedra.
Toco a luz, ou a casa, ou o peixe, ou a palavra.
Toco a palavra apaixonante, se toco a mulher
com seu gato, pedra, peixe, luz e casa.
A mulher da palavra. A palavra.

Deito-me e amo a mulher. E amo
o amor na mulher. E na palavra, o amor.
Amo, com o amor do amor,
não só da palavra mas
cada coisa que invade cada coisa
que invade a palavra.
E penso que sou total no minuto
em que a mulher eternamente
passa a mão da mulher no gato
dentro da casa.

No mundo tão concreto.

IV


Mujer, casa y gato.
Una piedra en la cabeza de la mujer; y en la cabeza
de la casa, una luz violenta.
Anda un pez delgado por la cabeza del gato.
La mujer se sienta en el tiempo y mi melancolía
la piensa, mientras
el gato imagina la elevada casa.
Eternamente la mujer de la mano pasa la mano
por el gato abstracto,
y la casa y el hombre que yo voy a ser
son minuto a minuto más concretos.

La piedra cae en la cabeza del gato y el pez
gira y para en la sonrisa
de la mujer de la luz. Dentro de la casa,
el movimiento oscuro de estas cosas que no encuentran
palabras.
Yo mismo caigo en la mujer, el gato
se adormece en la palabra, y la mujer toma
la palabra del gato en el regazo.
Yo miro, y la mujer es la palabra.

Palabra abstracta que se enfrió en el gato
y ahora se calienta en la carne
concreta de la mujer.
La luz ilumina la piedra que está
en la cabeza de la casa, y el pez corre lleno
de originalidad por dentro de la palabra.
Si todo la mujer toco el gato, y es apasionante.
Si toco ( y es apasionante)
la mujer, toco la piedra. Toco el gato y la piedra.
Toco la luz, o la casa, o el pez, luz y casa.
La mujer de la palabra. La palabra.

Me acuesto y amo la mujer. Y amo
el amor en la mujer. Y en la palabra, el amor.
Amo, con el amor del amor,
no sólo de la palabra mas
cada cosa que invade cada cosa
que invade la palabra.
Y pienso que soy total en el minuto
en que la mujer eternamente
pasa la mano de la mujer en el gato
dentro de la casa.

En el mundo tan concreto.

miércoles, agosto 13, 2008

Fonte II de Herberto Helder




Aquí les traduzco un poema de Herberto Helder a las mamás, la mía, la de la mía y las nuevas: Mariana y Cristina.
Fuente

II
En la sonrisa loca de las madres golpean las leves
gotas de lluvia. En la amadas
caras locas golpean y golpean
los dedos amarillos de los candiles.
Que se balancean. Que son puras.
Gotas y candiles puros. Y las madres
se aproximan soplando los dedos frios.
Su cuerpo se mueve
por el medio de los huesos filiales, por los tendones
y los órganos sumergidos,
y las calmadas madres intrínsecas se sientan
en las cabezas filiales.
Se sientan, y están allí en un silencio demorado y apresado,
viendo todo,
y quemando las imágenes, alimentando las imágenes,
mientras el amor es cada vez más fuerte.
Y les golpea en las caras, el amor leve.
El amor feroz.
Y las madres son cada vez más bellas.
Piensan los hijos que ellas levitan.
Flores violentas golpean en sus párpados.
Ellas respiran a lo alto y bajo. Son
silenciosas.
Y su cara está en el medio de las gotas particulares
de la lluvia,
alrededor de los candiles. En el contínuo
escurrir de los hijos.
Las madres son las cosas más altas
que los hijos crean, porque se colocan
en la combustión de los hijos, porque
los hijos están como invasores dientes-de-león
en el terreno de las madres.
Y las madres son pozos de petróleo en las palabras de los hijos,
y se lanzan, a través de ellos, como chorros
fuera de la tierra.
Y los hijos se sumergen como buzos en el interior
de muchas aguas,
y traen a las madres como pulpos empaquetados en las manos
y en la agudeza de toda su vida.
Y el hijo se sienta con su madre en la cabcera de la mesa,
y a través de él la madre mueve aqui y allí,
en las tazas y en los tenedores.
Y a través de la madre el hijo piensa
que ninguna muerte es posible
y las aguas
están conectadas entre sí
por medio de la mano de el que toca la cara loca
de la madre que toca la mano presentida del hijo.
Y por dentro del amor, hasta solamente ser posible
amar todo,
y ser posible reencontrar todo por dentro del amor.

Herberto Helder en: Ou o poema continuo
traducido por moi.