miércoles, enero 25, 2017

del 25 de enero


They are the wildest, freest, most irresponsible, most unteachable of all things. Of course, you can catch them and sort them and place them in alphabetical order in dictionaries. But words do not live in dictionaries; they live in the mind. If you want proof of this, consider how often in moments of emotion when we most need words we find none. Yet there is the dictionary; there at our disposal are some half-a-million words all in alphabetical order. But can we use them? No, because words do not live in dictionaries, they live in the mind.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  


Coleridge perhaps meant this when he said that a great mind is androgynous. It is when this fusion takes place that the mind is fully fertilized and uses all its faculties. Perhaps a mind that is purely masculine cannot create, any more than a mind that is purely feminine, I thought. But it would be well to test what one meant by man-womanly, and conversely by woman-manly, by pausing and looking at a book or two.

Coleridge … meant, perhaps, that the androgynous mind is resonant and porous; that it transmits emotion without impediment; that it is naturally creative, incandescent and undivided

viernes, enero 20, 2017

lunes, enero 16, 2017

del 16 de enero


Podría parecer menos moralista ver la enfermedad como expresión del yo que como castigo adecuado al carácter moral objetivo del paciente. Pero este punto de vista, en definitiva, resulta tan moralista y punitivo como, si no más que, el otro. Con las enfermedades modernas  se empieza siempre por la idea romántica de que son expresión del carácter y se termina afirmando que el carácter es lo que las causa, a falta de otra manera de expresarse.(...)

Una enfermedad «física» se vuelve en cierto modo menos real —pero en cambio más interesante— si se la puede considerar «mental». El pensamiento moderno tiende a ampliar cada vez más la categoría de las enfermedades mentales. De hecho, la negación de la muerte, típica de nuestra cultura, nace en parte de la vasta ampliación de la  categoría de la enfermedad misma. A esta última se le hace ganar terreno mediante dos hipótesis. La primera es que cualquier forma de desviación social puede ser considerada como una patología. Así, si un comportamiento criminal puede ser visto como una enfermedad, no se debe condenar ni castigar a un criminal sino comprenderlo (como comprende un médico), tratarlo, curarlo.
La segunda es que toda patología puede ser enfocada psicológicamente. Una enfermedad es así un hecho básicamente psicológico, y a la gente se le hace creer que se enferma porque (subconscientemente) eso es lo que quiere; que puede curarse con sólo movilizar su fuerza de voluntad, y que puede optar por no morir a causa de su enfermedad. Las dos hipótesis  se complementan. Mientras que la primera pareciera aliviar el sentimiento de culpa, la segunda lo reafirma. Las teorías psicológicas de la enfermedad son maneras poderosísimas de culpabilizar al paciente. A quien se le explica que, sin quererlo, ha causado su propia enfermedad, se le está haciendo sentir también que bien merecido lo tiene.

(La enfermedad y sus metáforas, Susan Sontag)

cerrando ciclos

en los últimos meses del año solar que comenzara en marzo 2016, cuando la enfermedad se me hacía muy pesada y no veía el momento de mejorar, habiendo hecho tanta limpieza en mi vida y conseguido tantas cosas felices, me preparo para cerrar varias traducciones y conseguir la casa para junio, ayudar a mi hermano a salir de sus problemas urgentes y salir de un país roto. Viajo por estos dos meses de frío, que aumentará mañana, y me busco cuidar.
que esta agua esté cálida y de fuerzas,  regenere