martes, diciembre 23, 2014

Feliz 50 aniversario, Eddie


tan tan tan tan guapo

lunes, diciembre 15, 2014

I got caught in a storm... that's what happened to me

Yo estaba en el cine, mi mamá me llamó porque "estaba lloviendo mucho y algo dicen en las noticias". Me pareció exagerada, pero le hice caso. Yo estaba enamorada de Miguel y quería verlo más tiempo, aunque entonces apenas hablábamos, pero en año nuevo, esto no lo sabía, llamaría a mi casa a desearme feliz año. No sabía tampoco que mi familia y yo pasaríamos el año nuevo en Caracas. Aunque tuviéramos los pasajes para pasar el año nuevo en San José, con toda la familia materna. Para recibir juntos al nuevo siglo, con los lentes que llevarían los primos mexicanos, lentes del año 2000.

Yo estaba en el cine, no recuerdo qué fuimos a ver. Era en Concresa, y cuando pienso ahora en Concresa y el alto muro que rodea este centro comercial, pienso también en ahorcados y en caballos muertos. Confundo la realidad con un sueño - de un hombre ahorcado en el árbol junto al muro del Concresa - y confundo la realidad con un poema - de Barrera Tyszka, en donde habla de una noche con un caballo muerto en la autopista. He decidido que esa autopista de la que habla Alberto en su poema (un poema de amor) es la autopista frente al Concresa. Entonces pienso, yo estaba en el cine, en Concresa, con lluvia, y veo la noche en la autopista, el brillo del asfalto mojado, como un cielo brillante, las luces de los carros que pasan veloces y veo el ahorcado soñado y su caballo muerto.

Yo estaba en el cine, en Concresa, estaba enamorada y no tenía edad para votar - ese día se votaba por una nueva constitución -  y no tenía idea de lo que estaba pasando en Vargas,  ni de lo que me pasaría durante los siguientes 15 años. Partiendo de esto puedo calcular lo mucho que ignoro de mis próximos 15 años, hasta el 2019. Más o menos todo puede pasarme. Todo puede pasar.

Volví a casa y no paraba de llover. Y se empezaron a oír las primeras noticias, aún sin imágenes. Parece que en Vargas la cosa está difícil, parece que ya hay muertos. Parece que los ríos están creciendo.

¿Qué ríos? ¿Cómo temer de un agua que no sea la del mar, en un pueblo de costa?

El agua les llegó por la espalda. Los ríos de El Ávila, secos por años, se llenaron de agua y arrastraron esa noche - una noche como la de hoy -  lodo y piedras y se llevaron al mar  casas, edificios, animales, personas. Encontré este video, raramente doblado, de Discovery Channel. "Piedras de 9 metros, como autobuses" dice un geólogo gringo. Para hacerse una idea de lo que no viví, apenas vi, vimos en nuestros televisores en Caracas, del otro lado de la montaña.

Los días siguientes fuimos a llevar comida, mantas, en los centros de acopio que se fueron creando. Luego buscamos un sitio donde ayudar: Mariana y yo nos fuimos a la Universidad Simón Bolívar. Se había convertido en un refugio para las familias de los trabajadores de la sede de la universidad en Vargas. El paso al aeropuerto, que está en Vargas, estaba completamente destruido, por lo que no viajamos a Costa Rica. Pasamos la navidad en Caracas, con los niños del refugio. Nuestra ayuda se fue convirtiendo en jugar con ellos, distraerlos. Recuerdo que nos hacían cosquillas buena parte del tiempo y la otra parte del tiempo el trabajo era impedir que se cayeran a golpes mutuamente.

Algunos de los niños estaban heridos. Uno tenía una herida en el costillar, a la derecha. Le habían tomado puntos. Ese niño apenas hablaba, peleaba mucho.  "No le preguntes por esa herida" me dijo su hermana mayor. Lo había salvado una rama que se le clavara ahí y que impidiera que terminara, como parte de su familia, ahogado en el mar.

Todos los que estaban en el refugio habían perdido su casa. Muchos de los que estaban ahí habían perdido familiares, amigos, amores. Había carteles de papel para que la gente escribiera sus nombres. Esas listas se iban anunciando en la televisión. También se hacían listas de personas que no se encontraban. Entonces las listas se cruzaban, y algunos de los desaparecidos aparecían. Los primeros días habían encuentros muy seguido; con el paso de los días, cada vez menos.

Un muchacho de mi edad, de unos 16 años, me dio un nombre. Por favor, revisa los que anuncian en la televisión. Por favor, ve a otros refugios y mira los nombres. Era el nombre de su novia.  Puse a toda mi familia atenta. Nunca la encontré.