sábado, julio 20, 2013

Para hacer un rinoceronte


Hay que empezar por delinearlo para que no se confunda con cualquier cosa, expandido en lo infinito como hasta ahora vivía. Así tendrá un adentro y un afuera.

Luego,  hay que hacerle un corazón, es decir, una válvula esponjosa que divida el tiempo en dilatación y recogimiento, para que día y noche también en él se sucedan. Las ondas que se extiendan en forma de hilos tendremos que urdirlas con cuidado hasta tejer todo su interior.

Forma y sangre no bastan para ponerse de pie, solamente las algas se conforman con eso. Con un poco de arena y fuego, moldeamos su cuerno, y lo ponemos en el hocico trazado. Digno y brillante, la vanidad le va precisando debajo de su rostro un rostro más duro: calavera.

Su cuerpo leve se rellena entonces de un orgullo graso que debemos saber repartir a tiempo. Es necesario unos pies robustos para sostener esta nube pesada que aún no bosteza. En este punto debe parecer un globo aerostático relleno de gelatina con una punta aguda y nacarada.  Esperemos el esqueleto que quiere cristalizar.

Podemos aguardar ahuyentado miedos como moscas e ir nombrando lo que hasta ahora es hipótesis: uñas, falanges, escápula, esternón. Aunque las palabras no bastan si no hay convicción de existencia, nada tiene dimensión si no lo invocamos.

Firme y fibrosa, su columna se va ordenando y, con delicadeza, extiende una telaraña de costillas que protegen las bolsas de sangre y bilis que el corazón ha ido creando.

Si entonces nuestra bestia ciega se pone de pie ha llegado el momento de partirle los huesos para articularlo y que así pueda doblar patas con rodillas y cabeza con cuello. Dos gotas de saliva iluminarán ojos y cúmulos de filamentos cubrirán sus líneas hasta abundar en cuero.

Introduzcamos dos dedos en el hocico para formar  las ventanas de la nariz y dos en sus orejas para las fosas auditivas. Para hacer un rinoceronte hay que tener mucha fuerza y entereza, pues una vez que entra y sale de él el agua y el aire, el hambre y la sed, debemos correr prestos a la copa de un árbol o morir arrastrados.

Para hacer un rinoceronte hay que tener un árbol cerca.

Para hacer un rinoceronte hay que correr el riesgo de morir arrollado por tu animal.