lunes, noviembre 30, 2009

Tejido


Pasé varios días sentada frente a mi computador, frente a la torre, frente a los obreros que vinieron a arreglar el techo y se treparon por mi ventana, frente a la lluvia, frente a un libro de Genette, de Kristeva, de Bahktin, de Jenny, de Eduardo Lourenço, de Borges, de Bloom, de Paz, tejiendo el capítulo del marco teórico de la tesis. Debía usar todos esos hilos de diferentes colores con una misma aguja, añadiéndolos al telar de mi tono, mis palabras, mis líneas conectoras. (ah sí, y debía dejar afuera a los albañiles -sacerdotes del cemento- a la torre, incluso a mi ventana)

Como para este tipo de escrito académico no se puede decir nada sin que alguien lo haya dicho antes, debía congregar muchas voces y así fui formando mi fiesta impar. Por cada opinión debía tener también su contraparte; pequeños rings de boxeo medidos para que nadie se desangrase. Todos los escritores antes nombrados debían hablar y callar cuando conveniese, y yo era la encargada de mantenerlos sentados, alrededor del arbolito de navidad con regalos.

Borges dice, Bloom le clava el pico, yo los separo;
hablas hasta por los codos, Jenny,
espera tu turno, Kristy;
a ver, callados,
por allá atrás Lourenço y Pessoa dejen la guachafita;
engárcense todos en la aguja,
a ver, uno por uno,
mete este brazo entre los cabellos de Octavito,
y tú, muérdele la cola a Gerard.

Ahora sí, foto para el recuerdo y ensayo para Pedro, el Malo.

pd: imagen de tejido de Emily Barletta

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