viernes, enero 29, 2010

ella, con su peluca cobriza


del niño en el automercado, cuando llegué de mi viaje.
aún con el equipaje de mano, pasé comprando jugo, pues la subida es fuerte y sabía que llegaría a casa con sed. compré también un cereal y unas galletas de limón, que no consigo repartir en dos meriendas: apenas las abro, me devoro las veinticinco.

el niño del automercado tendría dos o tres años. era negrito, coco-pelado, llevaba una chaqueta acolchada e impermeable de color verde y unos jeans que tapaban unas botas castañas. yo ya estaba en la fila de la caja, para pagar, cuando lo veo tomar un paquete de gomitas fucsias y ordenarle a su madre con autoridad

-Mãe, se tens dinheiro TENS de comprar isto-

y ahí la vi a ella, con su peluca cobriza, su piel oscura, el pecho amplio que estira la camisa, que estira el suéter, que estira la chaqueta que continua en una misma línea armoniosa hasta las caderas de transatlántico, los ojos cansados y la voz impasiva:

-Não tenho dinheiro. Aliás, eu já tenho cá uma surpresa para ti.

y saca de su cartera negra unas bolachas de avena o galletas nutritivas sin sabor. el niño le dice que no quería esa sorpresa, que quiere esas gomas, pero la madre sentencia, como si le hablara a un hombrecito:

-É melhor isso do que nada.

Y él la comprende.
Compran entonces tranquilos una única cosa: salsa picante o piri-piri y me ofrecen antes el cartão minipreço, para que yo pudiera pagar mis cositas con su descuento.

Muito obrigada, senhora.

Y le prometí al salir que la guardaría aquí


La imagen preciosa es de Olaf Hajek
A partir de que ves su obra, provoca echarse en el piso y pintarse pájaros y mariposas en la piel

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