entre los dedos de tus pies, en tu ombligo,
sobre tus pestañas,
en los ojos de todos los dromedarios
y en cada uno de sus pelos enredados
sin contar los castillos que cuatro mil niños tunecinos construyeron
y todo lo que se llevó aquel triste enamorado
borracho, en su botella vacía,
para mostrarte que el mar no era más que ese puñado de polvo duro
que se negaba a ser mordido,
que se quedaba entre los dientes
arena
quién con el fuego exacto
para hacer de todas estas playas
simples vasos de vidrio, pasarelas
NoeMarin
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