domingo, septiembre 18, 2011

llamadas internacionales


" Y fui y me senté en un rincón de su cuarto, lo más lejos que pudiera de ella, y allí me puse a hacer memoria para juntar las palabras necesarias como para ir empezando, las que nos enseñaba el profesor Torres en primaria. Y comencé: comencé a decirle Unicornio, salvavidas, pasto seco, valle, mundo, penitencia, medicina, tren nocturno, mediodía, Nevada Smith, páramo, tránsito, tierra de desolación, niños que ven al hombre que camina y le gritan caminante, chotacabra, ojos que no ven corazón que no siente, luna, racimo de lunas, rayito de luna, selva dormida, dolores y males sin nombre, relíquia de un mundo olvidado, condición de melancolía, oscuro y clarito, héroes sin gloria, kilómetros de distancia, abandono, voluntad, ciruelo, río Madeleine, Lady Madeleine, siempreviva, máquina del tiempo, papalote, sombra, cría cuervos y te sacarán los ojos, memoria perdida, hacedor de estrellas, capitán sin barco, entierro prematuro, pradera y alborada y fuga en cadenas, lluvia, destierro, inquilino nuevo, epílogo, Ícaro, globo, destinito, bruja, madrugada, dormidera, comelona, torre de marfil, mosquismo y frescura. Luego todo me fue saliendo facilito y fui haciéndole historias cuando las palabras en sí no contaban ya una historia. Le hablé de paraísos artificiales y lují lujá, del color de su pelo, de dos de mis dedos tocándole el pelo, de que me gustaría coger y chuparle el pelo, de la casa de la colina, de familias enteras destruidas por una casa, de la primera vez que Irma la dulce me llevó al campo, al cine, al mundo, me besó en la cara y me quitó sus besos, de la Historia Patria, de una vez que ganó el América y la gente del Deportivo Cali alquiló policía para que echara bala, del Ventanal de la bella Abigail Smith, de la luz que entra a mi casa, del beso que ella me daría cuando yo acabara de contarle todo esto, te creo tan infalible, no me lleves a la ruina, ni que fueras mi alegría. Y cuando me cansé de hablar me quedé allí sentado, vuelto una picha.

Entonces fue cuando vine a saber que el exceso de charla también produce angustia."

Angelitos empantanados de Andrés Caicedo, 1972.

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