miércoles, octubre 17, 2012

Se debatieron, pero al final recuperaron la compostura

"Pero la más brutal es decir que tiene miedo: miedo de escribir, miedo de las mujeres. Tal vez ponga mala cara a los poemas que lee en Ambit y Agenda, pero al menos están impresos, están en el mundo. ¿Cómo va a saber si los hombres que los escribieron pasaron años debatiéndose con las mismas exigencias que él ante la página en blanco? Se debatieron, pero al final recuperaron la compostura y escribieron lo mejor que pudieron lo que tenían que escribir, y lo enviaron por correo y sufrieron la humillación del rechazo o la humillación equivalente de ver sus efusiones en fría impresión, en toda su pobreza. Del mismo modo, estos hombres habrían encontrado una excusa, por pobre que fuera, para hablar con alguna chica guapa en el metro, y si ella girase la cabeza o dejase caer algún comentario mordaz en italiano a alguna amiga, bueno, habrían encontrado el modo de sufrir el revés en silencio y al día siguiente lo habrían vuelto a intentar con otra chica. Así es como se hace, así es como funciona el mundo.  Y un día, estos hombres, estos poetas, estos amantes, tendrán suerte: la chica, no importa la excelencia de su belleza, les responderá, y una cosa llevará a la otra y sus vidas se transformarán, las de ambos y punto. ¿Qué más hace falta sino una especie de obstinación estúpida e insensata como amante y escritor unida a la buena disposición para fracasar na y otra vez? Su problema es que no está preparado para el fracaso. Quiere una A, un alfa, o un cien por cien cada intento, con un gran «¡Excelente!» al margen"   

Juventud, J.M. Coetzee 

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