martes, noviembre 20, 2007

Venezuela y la violencia

Por acá salieron unas noticias de portugueses secuestrados. Entonces todos, profesores, clientes de la tienda donde trabajo, compañeros de clases, me preguntan alarmados por qué están secuestrando portugueses en Venezuela. Lo que no entienden, primero, es que son portugueses como yo o como mi papá, es decir, venezolanos. Portugueses que ya no se consideran tan portugueses y que los propios portugueses de Portugal no reconocerían como tal, así como a mí me preguntan siempre por mi opinión latina o me piden "tropicalizar" una conversación o recital. Lo otro que no saben es que no los secuestran por su nacionalidad, sino por su capital monetario. Y por último, que de esos tres o cuatro, o catorce portugueses que han secuestrado en el año, habrá muchos otros venezolanos que como a ellos (venezolanos también) han secuestrado. Pero esto no iba por los secuestros, iba por los asesinatos, sólo que al intentar responder esas preguntas siento una pena muy grande, no de vergüenza, aunque podría a veces sentirla, sino de pena, de magoa, de cuita, de dolor. De hey, yo vengo de allá, y sí, hay algunos portugueses (venezolanos) que han sido secuestrados, y sí, seguramente habrán muerto otros muchos, así como venezolanos (venezolanos) colombianos (venezolanos) españoles (venezolanos) e italianos (venezolanos). Les dejo estas cifras por aquí, que como números que son no siempre dicen mucho,pero vamos que es algo que tenemos que pensar mucho, y ver cómo lo solucionamos.


Tiempos violentos
En la ruptura del pacto social y político ubica un estudio del Laboratorio de Ciencias Sociales la raíz del constante incremento del número de homicidios en el país.
Por Oscar Medina
Sobre la tasa real de asesinatos en Venezuela lo único que se puede decir con absoluta certeza es que es altísima. Desde que las autoridades decidieron que la información policial es materia reservada, la estadística llega por caminos más o menos verdes. Algunos cálculos conservadores la ubican en 46 homicidios por cada 100 mil habitantes. La desaparecida Comisión para la Reforma Policial la situó en 49 por cada 100 mil. El Laboratorio de Ciencias Sociales, Lacso, estima que ya alcanza a 53. Y los estudios de la Alcaldía de Chacao -Plan 180 grados- señalan que nos estamos matando a un ritmo de 68 por cada 100 mil.
El año pasado 12.257 personas murieron asesinadas. Y al cierre de este que ya termina, la proyección es que tengamos unos 14 mil habitantes menos, sin contar esos que cayeron -y caerán- en enfrentamientos -reales y supuestos- con las policías del país. "Hasta mediados de agosto ya había cerca de 800 asesinatos más que en el mismo periodo del año pasado", precisa Roberto Briceño-León, director del Lacso y profesor de la UCV.
Briceño-León mira a los vecinos: las tasas de homicidios de Brasil y México se mantienen desde hace más de una década en torno a 22-23 por cada 100 mil habitantes. Y Colombia, aun con sus guerras internas, logró estabilizar el desangre y disminuir la incidencia. El sociólogo tiene una tesis al respecto: "Si tomamos como cierta la tasa de 45 a 46, podemos decir que los primeros 23 homicidios se explican con las mismas hipótesis criminológicas que se utilizan para explicar los de Brasil y México. Pero los otros 23, hay que explicarlos con la singularidad venezolana".
Venezuela experimenta un ascenso casi constante en su estadística desde 1999, cuando por primera vez pasamos la barrera de las 5 mil víctimas y con picos como 2003 -hubo 11.342 asesinados- y el año pasado que se considera el peor de la historia con su macabro promedio de 48 homicidios por día.
Esa "singularidad" a la que se refiere Briceño-León se engloba en una idea: la ruptura del pacto social en el país.
"Antes de 1989 teníamos tasas de 8 a 10 homicidios. Luego del Caracazo se coloca alrededor de 12,5", hace recuento Briceño-León: "En 1992, año de los intentos de golpe de Estado, sube a 16. Y en los años siguientes sube por encima de 20. Esto ocurre como consecuencia de la crisis política que se generó en 1992. Lo que sostenemos es que el incremento de la violencia tiene que ver con el quiebre del pacto social y tiene que ver, por lo tanto, con razones políticas".
La definición de eso que el sociólogo llama pacto social tiene que ver con la convivencia de las personas, la gobernabilidad, la solidez de las instituciones y la obligación del Estado de hacer cumplir las leyes. "La acción de gobierno es la gestión política del país. Y la política es la manera en que las personas nos ponemos de acuerdo para convivir; es la manera en la cual estamos en sociedad y administramos nuestras relaciones de poder, nuestras diferencias y decidimos que vivimos juntos". No hay acuerdoLo que sostiene Briceño-León es que en 1989 se rompe el pacto con la explosión social durante las jornadas de saqueos en febrero. Ya con esa herida aún sensible, en 1992 surge un sacudón político que nuevamente hace crujir los cimientos del pacto y a partir de 1999 el quiebre es mayor: "Esa crisis es la que todavía vivimos hoy, con un gobierno que destruye instituciones, entre ellas las policías, y no logra construir formas alternativas de consenso social, formas pacíficas de dirimir los conflictos, sino todo lo contrario: entramos en un proceso de conflictividad interna en medio de un lenguaje guerrero que domina todo. Es un lenguaje en el cual el distinto político se convierte en enemigo, en el enemigo interno".
El aspecto clave de este quiebre sería la ambigüedad frente a la violencia: "Por un lado se dice que no es malo robar y por otro un ministro dice que han matado a dos mil 'predelincuentes'. Por un lado se habla del desarme de la población, pero por el otro hay una política armamentística y estamos comprando fusiles para las reservas y entrenamos militarmente a los civiles".
Dentro de esa posición, Briceño-León destaca la discontinuidad de políticas integrales de seguridad y echa mano de un ejemplo reciente: la Conarepol, cuya propuesta -luego de esfuerzo y dinero- terminó engavetada una vez que el ministro Pedro Carreño la consideró "de derecha".
La receta de quiebre incluye la curiosidad de una suerte de política no represiva -explica el investigador- "que confunde el respeto a los derechos humanos con el hacer cumplir la ley. Se dice que no se va a reprimir a la delincuencia, pero paralelamente lo que ha existido es un incremento de la acción extrajudicial. El gobierno ha querido no aparecer como represivo al menos frente a los sectores populares, pero los ha dejado abandonados. No quiere lucir como represor de los malandros pero la gente se siente abandonada y desprotegida".
Y siempre aparece el verbo: "El pacto social se rompe en gran medida porque existe una política de elogio a la violencia, que lleva a un incremento de esos niveles. Se elogia a la figura violenta, a los violentos, aquella expresión de 'el señor Joao', los monumentos al Che Guevara y a Puente Llaguno".
El planteamiento de Briceño-León es que lo que tenemos es una violencia común cuyo origen hay que buscarlo en la situación política. Despacha las causas económicas argumentando sobre anuncios oficiales: "Si en el país aumentó el ingreso, disminuyó el desempleo y mejoró la inclusión social las cosas deberían ser de otra manera. Tal como ha sucedido en México, Brasil y Colombia donde no han tenido las mejoras y el progreso que dice tener Venezuela. ¿Por qué aquí se ha duplicado el índice de asesinatos? La razón no es económica entonces. Cuando se vive en este conflicto, cuando se habla a favor de los violentos, se elogian las armas, se elogia a la violencia, todo eso produce un mensaje a la sociedad. Y es un mensaje que el delincuente sabe leer muy bien. Y actúa amparado en la impunidad. Y el ciudadano común siente que no tiene protección y que tiene que responder. Y se arma para defenderse".
Que el gobierno prefiera una sociedad convulsionada es un elemento que completa la tesis: las revoluciones no se hacen en contextos de paz. "Si lo que está planteado es una situación de conflicto, pues hay que mantener al país en conflicto. ¿Cómo se maneja un país que viva en tranquilidad si al mismo tiempo se habla de resistencia y de guerra interna? No es posible. El país tiene que estar en movimiento para que la guerra pueda tener sentido". El asunto es que manejos políticos de esa naturaleza implican costos que termina pagando el colectivo.
El mensaje del alcalde Juan Barreto el 7 de noviembre es un ejemplo de esos que, de acuerdo a Briceño-León, aprovecha el delincuente para sentirse libre de actuar: Barreto llamó a la calle a una suerte de red civil "antigolpe" dispuesta a llegar "a las últimas consecuencias".
Para Barreto se trata de que "todos los ciudadanos tienen que defender la democracia y nadie debería sentirse amenazado por eso". Rechaza la idea de que el suyo se pueda interpretar como llamado a la violencia: "Creo que eso sería despreciar y subestimar al pueblo que tiene un alto nivel de conciencia. Estar presuponiendo esto es especular a favor de una matriz".
Lo que sostiene el alcalde es que los medios utilizan el problema de la criminalidad para hacer campañas. 118 homicidios en Caracas durante la Semana Santa pasada, 73 motorizados asesinados para robarles las motos en lo que va de año, los 10 homicidios por cada 10 mil habitantes en el Distrito Capital. Pura campaña.
ommedina@eluniversal.com

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