lunes, julio 13, 2009

Desempolvando los discos duros ajenos


Mario me envió un mail lindísimo lleno de escritos y fotos que tenía en la memoria de su computadora. También ahí había un pedazo de mí que se ha mezclado con las ocurrencias de Mario, quedando entretejidos en una historia común. De hecho, anoche cuando me faltaba una palabra que había usado en mi tésis, recurrí a él, que lo buscó en su libro Memorias de mis pasillos ajenos. Ahí, como dice el título, recoge memorias ajenas de quienes nos cruzamos en La Escuela de Letras y su único pasillo, que además comparte con Filosofía. Y me consiguió la palabra. En el capítulo de su novela en el que aparezco, Mario rememora esa palabra que me dijo mi padre y que es en el fondo una bonita metáfora: engrama, las cicatrices que se harían en el cerebro cuando guardamos un recuerdo. Pues bien, Mario tiene documentos míos en su computadora, cicatrices compartidas, además de documentos de "59 personitas más" me dijo. -59???!!- pues sí, Mario, no sé cómo, pero es capaz de tener 59 carpetas diferentes para las personas importantes en su vida. Como ven el número no es corto: creo que Mario en algún punto se dio a la tarea de hacer amigos. Y como que le fue muy bien. Es que da mucho gusto y risa oirlo narrar, por ejemplo, la manera en que se enteró de la muerte de MJ:

"Iba en la camionetica para mi casa, oyendo a un chamo que hablaba con su mamá de que debía dejar el cigarro. En eso grita "qué? que se murió Michael Jackson. Bueno, eso le pasa por ir en contra de la naturaleza".

Lo que iba a desempolvar es un cuentico mío que tenia por ahi él y esa foto :) de Margarita 2006


Por segunda vez


Cuando lo encontré, el tipo yacía boca abajo. En la boca tenía tierra, los zapatos chorreaban un líquido. Pensé “es su sangre”, mas no. Miré hacia arriba, buscando el techo de donde se había lanzado: podía ser cualquiera. Escogí el edificio verde desde donde podía ver las montañas lejanas. No dejo de ver el suelo lleno de las cenizas de su boca. El polvo de todos los muertos saltó conmigo, se internaron en mí convirtiéndose en uno. Estábamos cansados de ser espacio, de ser tiempo convertido en número, de ser momento detenido en fotografía. Ya son las 5 de la tarde, los otros forenses no llegan, la cámara se me quedó. Debo delinear la forma del joven; no sé si dejar dentro del dibujo las cenizas esparcidas. Yo salté hacia dentro, no hay afuera, tú saltaste conmigo. No me pregunto la razón de su salto, interrogo más bien nuestro empeño en seguir sujetos al piso. La tortuga guardada en mi interior se convirtió en gaviota, en dromedario, en pez, en caparazón, en cenizas, en suelo profundo. Pienso en el sueño de anoche, parece una premonición: en el desierto me esperaba un mar de polvo, de donde salían todos los muertos a quienes he tratado. Todos se juntaron, la masa de cenizas se convertía en una gaviota buscando caer, sin peso, al suelo. Yo soy el animal, quien te ha llevado en sus hombros, en mi salto recogí tu peso más el de todos: no era nada, no pesan, no hay afuera. Odio cuando las cosas se llenan de significados. El líquido viene de mis zapatos, “es mi sangre”, me digo. No pienso ir al trabajo: voy a subir al edificio verde, para poder ver las montañas. No quiero decir montaña, quiero verla. Voy a saltar. Quizá hoy me visito convertido en suelo, en línea vertical, en salto hacia el piso.

1 comentario:

Mario Morenza I dijo...

Qué hermosas palabras, Anita, qué hermosas. Debo tener como 500 fotos en las que apareces aquí, en la misma vieja y fiel Mac desde la que te escribo este comentario. Jejjee, y Pasillos de mi memoria ajena, pero no importa, creo que como lo pusiste suena mejor :) Se te extraña mucho

mm