Fuera de la pecera el pintor asistía sorprendido a la aparición del nuevo pez.
El problema del artista era que, obligado a interrumpir el cuadro donde estaba llegando al rojo, no sabía qué hacer del color negro que él ahora le enseñaba. Los elementos del problema se representaban con la observación de los hechos y se colocaban en este orden: pez, rojo, pintor - siendo el rojo el nexo entre el pez y el cuadro a través del pintor. El negro formaba la acechanza de lo real y abría un abismo en la primitiva fidelidad del pintor.
Al meditar sobre las razones del cambio, exactamente cuando asentaba su fidelidad, el pintor supuso que el pez, efectuando un acto de magia, mostraba que existía unicamente una ley abarcando tanto el mundo de las cosas como el de la imaginación. Era la ley de la metamorfósis.
Comprendida esta suerte de fidelidad, el artista pintó un pez amarillo.
El problema del artista era que, obligado a interrumpir el cuadro donde estaba llegando al rojo, no sabía qué hacer del color negro que él ahora le enseñaba. Los elementos del problema se representaban con la observación de los hechos y se colocaban en este orden: pez, rojo, pintor - siendo el rojo el nexo entre el pez y el cuadro a través del pintor. El negro formaba la acechanza de lo real y abría un abismo en la primitiva fidelidad del pintor.
Al meditar sobre las razones del cambio, exactamente cuando asentaba su fidelidad, el pintor supuso que el pez, efectuando un acto de magia, mostraba que existía unicamente una ley abarcando tanto el mundo de las cosas como el de la imaginación. Era la ley de la metamorfósis.
Comprendida esta suerte de fidelidad, el artista pintó un pez amarillo.
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