jueves, octubre 22, 2009

Talho

Reveo el álbum familiar y noto que mi tío se parece a mi abuela, que mi padre también, pero menos. Que mi abuelo y su familia son todos muy altos para ser portugueses, con un tono de blancura muy nórdica para ser portugueses, con pecas y ojos claros y maxilares delineados y narices delicadas, mucho, para ser portugueses. De dónde vendrían los antiguos Cavilhas, o serían más bien del lado de mi bisabuela, estos antepasados caucásicos que me heredaron tantos centímetros? No hay historias recientes de su viaje, apenas sabemos que las últimas generaciones eran ganaderos que compraban y vendían vacas, que alimentaban y cuidaban vacas, que degollaban, descuartizaban y cortaban –por la zona exacta para el sabor adecuado- vacas, y las exhibían en sus carnicerías, a la vista de todos, como guerreros.

( ayer vi una paloma muerta, como un pote de pasta de tomate que se haya caído, carne molida desmenuzada, entre plumas y paticas naranja).

La sangre, a mí, la sangre, no me gusta nada. Mi sangre no me trajo de esa sangre para picar cuerpos. Quizá apenas para describirlos.

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