Lo que no sabía aún es que no debía darle palabras a eso que deseaba, porque no todos la entenderían. Como su padre, que le explica una y otra vez, con su ademán científico, que sólo en la imaginería medieval un pájaro era también un pez, y un elefante podría ser un gato.
Antonella comprendió que su padre no era, como hasta entonces creía, omnisapiente. Pero rió pensando en su ignorada naturaleza doble. Su padre era un semidios, mitad nube mitad hombre.Cuando ella nació, sus pies se habían amarrado a tierra olvidando cómo volaba hace algunos años.
Ah, pero ella había heredado, en su estómago, la sensación paterna de caída libre.
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