Supongo que la lluvia de anoche ha traído por fin el comienzo del otoño, o al menos, el final del verano. Me gusta notar esto, saber qué noche o qué día comienza la diferencia. Ayer llevaba falda y sandalias, hoy jeans y un pequeño sweater.
La oí caer durante horas. La lluvia cayendo al patio interior, adonde dá mi ventana, me hizo pensar sobre su paradero final. Cómo no se empoza, cómo al despertar los primeros dos o tres pisos no están anegados, los muebles flotando, las señoras sumergidas? Los arquitectos trabajan para que eso no pase, los arquitectos dominan las aguas, las canalizan, las llevan por un río subterráneo, les dan formas.
No podía dormir, me gustaba no dormir. Revisaba cartas, fotos, documentos del pasado que me impresionan por su intensidad. Me parecen tan vivos como un animal. Quizá, por estar archivados y con fechas que no son hoy ni ayer, animales dormidos. Pero animales calientes, con pulso, que suben y bajan por efecto de la respiración, del aire que entra frío y sale caliente. Contacto de pulmones, venas, arterias.
El aire entra y sale también de esta casa, convertido en viento fuerte. Ya rompió una puerta de vidrio, ya rompió una de los cuatro cristales de mi ventana. El viento entra y sale rompiendo ventanas de esta casa. Lorena entra y sale de su cuarto, David entra y sale con su pequeño camión.
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